Si como ha dicho algún crítico literario, “una antología no es más que un error”, la poesía, o más bien la historia de la poesía en español de los últimos 50 años, está francamente plagada de errores. Aunque algo de cierto pueda haber en tan arriesgada afirmación, lo innegable es que las antologías poéticas cumplieron y siguen cumpliendo su misión. Si vamos a hacer caso de otro crítico, la historia de la creación poética en el español de los últimos 50 años no se entendería si no se contemplara como “una historia de las sucesivas antologías de poesía”. Por tanto, una antología no tiene por que ser necesariamente un error. Al menos no lo es como pecado original. Otra cosa es la excelsa divagación al uso. O, tal vez, ese abuso que hace concebir muchas antologías como una variopinta reunión de "poesía de mujeres","poesía de adolescentes","poesía de poetas letraheridos","poesía de género","plagiarios y amantes del fanfic","anarcopoetas","culturalismo poético","prosaísmo lírico","poesía del irracionalismo cognitivo" y un largo etcétera.... que a duras penas y en el mejor de los casos, la mayor novedad que aportan no es más que un sencillo listado.
Cuando una antología en la que participan varios autores, lo que trata es de fijar el canon, es decir, de fijar las reglas de su propia concepción literaria, no sólo es procedente, sino que incluso puede servir como arranque o basamento de toda una poética, sin discutir si ésta será viable o no.
Pero lo que realmente ha aportado Internet ha sido un nuevo concepto de la poética revolucionando la retórica clásica más allá del propio lenguaje o superando el lenguaje. Es decir, más allá de los tropos y figuras retóricas clásicas propias del llamado lenguaje poético, Internet ha añadido su propia retórica. La versatilidad del medio ha dado lugar a nuevos preceptos formales, introduciendo el sonido, el movimiento del verso, el color, la disposición versal, etc., como aditamentos de gran valor polisémico dando lugar a una pequeña revolución de la poesía. Definitivamente, Internet a venido a hacer presente y lícito lo aconvencional. Numerosos ensayos, artículos e incluso tratados de Teoría de la Literatura han estudiado este universo de la forma que yo llamo aconvencional y que desde la libertad creativa viene buscando nuevos caminos estéticos desde los últimos 100 años. Sin duda, desde las vanguardias de los años 20 del pasado siglo se ha gastado mucho papel, mucha tinta y mucha experimentación estética hasta llegar a colocar la disposición versal en los últimos límites de la retórica. Pero con Internet, muchas escuelas han renacido y han encontrado su medio idóneo. Por no alargar demasiado este prólogo, sólo cito los movimientos poéticos que vienen revitalizándose con estas nuevas técnicas: el concretismo, el letrismo, el espacialismo, la poesía evolutiva, el cinetismo, la poesía fonética, el conceptualismo, la poesía cibernética, la poesía semántica, la poesía biblioclasta, la poesía sonora, la poesía visual y un largo etcétera han encontrado en Internet su medio propio. Un medio que se diría inventado para ellos. En muchos casos estos intentos no han pasado de ser verdaderos cul de sac que pueden no llevar a ninguna parte, pero otros, tomando tal vez como base la poesía visual han conseguido y vienen consiguiendo importantes logros. Pero también se ha puesto de manifiesto que la mayoría de la poesía de Internet, o que se publica en Internet, para muchos, muchísimos sólo ha llegado a ser un divertimento, una especie de terapia de la soledad para desocupados, a los que no les preocupa tanto la calidad como la calidez de ser acogidos como amigos o compañeros en un determinado grupo humano. La falta de la más absoluta preparación técnica ha llevado a muchos a llamar poesía a cualquier cosa, haciendo del Internet literario un galimatías absolutamente heterogéneo. Pese a las buenas intenciones, el resultado es un terminal que a veces puede parecerse bastante a un basurero poético. Pero junto ha estos existe una una selección de verdaderos poetas.
Lo primero que me ha llamado la atención en la lectura de En la ebriedad del bosque ha sido la comunión de las coordenadas íntimas de sus autores. La aparente disparidad regional, con cuatro poetas de dos continentes y cuatro nacionalidades diferentes, aparece en este libro como una pura anécdota. No es necesario que añada que muchos de los poemas de este libro han sido concebidos y, algunos, publicados en Internet. Se trata, pues, de poetas que publican en Internet parte de su producción literaria, aunque otra parte esté asentada en el libro clásico y colocada en los anaqueles de alguna biblioteca. Me consta, obviamente, que esta antología fue concebida por sus autores, primero, como un alegato en defensa del verso acentual. No se trataba de desechar otros ritmos. De lo que se trataba era de defender aquél, como vehículo adecuado para crear esa belleza del lenguaje que un lector puede percibir como eso que conocemos con el hermoso nombre emoción poética. Creo que todos estamos de acuerdo en que sin ritmo no hay poesía. Y que la emoción artística que produce la comprensión o la resonancia de lo poético en el lector, nada tiene que ver con el sentimiento que pueda surgir ante la lectura de una prosa por muy poética que esta sea. Yo, como muchos, nunca he creído en el panteísmo de la poesía y estimo que la poesía reside en ese adecuado mensaje que muchos lingüístas tratan afanosamente de desentrañar y al que dan el rimbombante apellido de lenguaje poético. O tal vez, como dijo otro autor, la poesía resida en ese silencio que queda después de quitarle las palabras al poema. Sin duda, un profundo pensamiento.
En definitiva, en este libro se tiende un lejano puente de regreso al inmediato pasado y se tratan de revitalizar las recetas de siempre con formatos actuales. Y creo que se ha conseguido. Habrá otros intentos válidos, pero éste es el de los cuatro autores del libro.
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